Despertar a la Vida

Cada vez que nos levantamos en la mañana esperamos que ese día sea bueno. Hacemos nuestra rutina diaria: bañarnos, vestirnos, tomar desayuno y salir. Estamos tan acostumbrados a eso que casi lo hacemos automáticamente. Y hoy cuando desperté me pregunté: ¿Cómo quiero que este sea un buen día si actúo siempre igual? ¿Qué debo esperar que suceda? ¿Algo externo debe venir a hacerme el día distinto? Tengo la certeza que yo debo hacer mi día distinto, debo cambiar esa rutina, debo hacer algo diferente para que este día brille para mí. Como dijo Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”

Estamos tan acostumbrados a estar en nuestra zona de confort que no nos damos cuenta que hay otro mundo, un lugar donde podemos estar mucho mejor, donde podemos crecer, crear, soñar, imaginar, un lugar donde mi ser es grandioso. Díganme, ¿alguien quiere un lugar así?

Por supuesto, todos queremos sentirnos mejor, entonces me vuelvo a preguntar ¿qué hago yo para sentirme mejor?

La rutina nos lleva a actuar siempre de la misma manera, ni siquiera nos da la posibilidad de mirar algo distinto y cuando tenemos un atisbo de verlo diferente, aparece este ser racional que nos dice: “¿Cómo vas a verlo así? Quizás, qué te puede suceder. Mejor sigue como estás, así tendrás todo controlado”. Como dice John Whitmore: “La mayor barrera es la incapacidad de dejar de hacer lo que se ha hecho siempre”.

Pero en ocasiones la vida te empuja o te da golpes para que uno despierte, te remece y te dice: “¡Ya, despierta! Vive cada día intensamente. La vida no es solo lo que has vivido, es mucho más. Vívela, no la dejes pasar actuando siempre igual. ¡Sé feliz!”

En ese momento tenemos dos opciones: o me lamento por lo que me sucedió y sufro cada día por ello, porque la vida me hizo salir de mi zona de comodidad. O cambio, aprendo de lo que me ocurrió, empiezo a hacer cosas distintas, a creer y confiar en mí, a buscar a aquello que me hace sentir plena, comienzo a buscar la felicidad en mí y no en lo exterior. Empiezo a ver y distinguir qué o quiénes aportan a mi vida, qué puedo hacer para mí. Tal vez, y es lo más seguro, pueda ser mucho más feliz de lo que era, tal vez ahora entienda lo que es la felicidad, el amor y la amistad.

A pesar de tener claro que cada uno es el constructor de su vida y su futuro, muchas veces me he visto caer en esta rutina, veo y siento que mi vida es plana sin emoción; entonces me detengo, pienso, tomo conciencia de lo que me pasa y en ese momento me sacudo y me digo: “debo hacer algo diferente”. En ocasiones me doy cuenta rápidamente de lo que me sucede y de las emociones que estoy sintiendo, pero en otras me he demorado. Y cuando no reaccionas, la vida te vuelve a decir: “¡Hey, despierta!

Eso me sucedió el año que pasó. A principios del 2017 tomé una decisión muy grande y dejé mi trabajo con un sueldo que me permitía vivir bien, no me daba grandes lujos, pero vivía cómodamente. En ese momento me dije que quería hacer muchas cosas para mí, que me ayudaran a ser feliz y a volver a encontrar la motivación y la pasión por algún trabajo. Pero la rutina y el aburguesamiento de mi vida más relajada me volvió a llevar al automatismo y a pesar que me daba cuenta que no estaba haciendo nada, que era infeliz porque no estaba aportando a mi persona, seguía en esa comodidad. Anthony de Mello dice: “Aquellos que deliberan exhaustivamente antes de dar un paso, se pasan la vida sobre una sola pierna”.

Hasta que un día la vida me dio una tremenda sacudida, fue como un terremoto. La tristeza, la incertidumbre y el miedo me embargaron, sentí que todo oscurecía y no podía pensar. Por suerte esto duró solo dos días, ya que yo misma en un momento de claridad me dije: “así no conseguiré nada. Ahora debo concentrarme en qué voy a hacer, cuál será mi meta, mi objetivo”. Y lo que llevaba pensando durante medio año y que no me decidía a qué hacer, lo tuve que resolver en una semana. ¿Por qué? Porque con esta sacudida me había quedado sin nada, sin trabajo, sin dinero, solo tenía mi departamento, mi hogar, pero debía mantenerlo y, además, mantenerme a mí.

Debo agradecer que la vida y Dios siempre me han puesto a las personas indicadas para que pueda salir adelante. Aquellas personas que te dan el empujón para que uno pueda seguir, pero depende de uno continuar o no.

Para mí, tal vez, ya sea más fácil salir de mi zona de confort, porque no es la primera vez que lo hago y debo admitir que una vez que sales y comienzas a transitar por la zona de aprendizaje, le empiezas a tomar el gustito, te das cuenta que eres más feliz ahí, más creativo, más soñador (en el sentido que comienzas a tener más sueños) y ves que las cosas que te propones se cumplen. No obstante, en un principio no fue fácil, ya que no sabes lo que te espera, entran los miedos y tu ser racional a participar y a coartarte este nuevo caminar. Por eso, uno tiene que ser fuerte, debe tener coraje y seguir, porque, créanme, la vida es mucho mejor de este lado. Comenzarán a amar esta nueva vida, este nuevo ser en el que se han convertido y se preguntarán ¿por qué esperé tanto para vivir?


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